domingo, 19 de agosto de 2007

La Aventura De Todos Los Días

Ti ro riiiiiiii,.. Ti ro riiiiiiiiiii... ¡No puede ser ya la hora! Tengo que cambiar éste asqueroso pitido. Hoy seguro que me echo la siesta.

¡Mierda! Y ahora no tengo compresas grandes. Que no se me olvide coger los tampax.

Uffffffffff!!!!!!!! Este agua espabila a cualquiera. Espejito, espejito, ¿quién es la mujer con más ojeras del mundo?

—Pablo… Sandra… Ya ha amanecido.

Hay que comprar leche; mejor desnatada. No, que a los niños no les va a gustar. Bueno, cojo de la entera y ya está. Voy a escribir un relato sobre mujeres gordas, guapas y con un montón de tíos detrás de ellas.

—Venga, arriba. ¡Buenos días!

—Sandra, ponte el chándal que hoy tienes gimnasia. Pablo, ¿quieres Corn flakes o Cola Cao con galletas?

Debería haber echado unas lentejas en remojo. No importa, haré el pollo con patatas fritas. En cuanto llegue a las dos me siento a escribir.

—El desayuno… ¿os habéis lavado la cara?

Y yo ¿que me pongo? Mañana me hago la cera sin falta. A ver si me da tiempo de alisarme el pelo esta tarde.

—¡Que guapos estáis! Tráeme el cepillo y las gomillas de los ositos.

¿Y si escribo un cuento para niños? A Sandra y a Pablo les gustaría. A fin de cuentas, son los únicos que lo van a leer.

—¿Habéis cogido las mochilas? Id llamando al ascensor que voy a por las llaves del coche.

Las nueve y dos minutos —llego tarde—. Las diez —Todavía no he llamado a la gestoría— Las diez y media, —que no se me olvide contabilizar los vales—. Las doce, —¡odio este teléfono!—. La una y veinte, —voy a preparar los ingresos—. Las dos menos cuarto, —nunca entenderé las colas de los bancos—. Las dos y veinticinco, —¡Que gustazo ponerme las zapatillas!—

Pelo los ajos, enciendo el ordenador y los echo a la sartén. No tengo ningún correo. Frío el pollo y corto las patatas. ¿De que podría escribir?

Pincho Word. Configuración de página. Vale. Tres centímetros arriba, tres centímetros abajo, tres centímetros a la izquierda, tres centímetros a la derecha. Vale. Doy la vuelta a las patatas. Vale. Arial doce. Vale. A doble espacio. Vale. Me voy a por los niños. Vale.

¿Cómo han podido poner tantas columnas en éste garaje? Otra vez hay que echar gasolina.

—¿Qué tal el cole? ¿Por qué te tiene manía la seño? Pero Pablo, subirse al árbol gordo del patio no es una actividad escolar.

—Sandra, ¿Qué te ha dicho el profe del trabajo de sociales?

—Lavaos las manos; vamos a poner la mesa. Voy a escribir un cuento; ¿de qué os gustaría que tratara?

—Si os coméis rápido la ensalada, podéis echaros todo el ketchup que queráis en las patatas.

Todavía me queda media hora: “Érase una vez…” No. “Hace muchos, muchos años…” No. “En un país muy lejano…” No. Cada día tengo menos imaginación.

Podría hacer un relato histórico; ahora están muy de moda. Mejor uno de animales que les gusta más a mis niños. Pues no, voy a escribir exactamente lo que a mi me dé la gana. Ya sé, la aventura pornográfica más excitante que se haya inventado jamás. No me puedo creer que esté llegando a una edad tan mala.

—Sandra, ponte la falda de baile, que ya es casi la hora.

—Pablo, ¿llevas las botas de fútbol?

Luego sigo. Mientras están en las actividades hago la compra y así tengo más tiempo después.

—¿Qué día es la fiesta del colegio? Tenemos que ir a por los tacones de gitana.

—Pablo, te he dicho cincuenta veces que te dejes algún charco sin pisotear.

Leche entera, huevos, cojo el número para la carne, calabacines, suavizante... Tengo que poner la lavadora.

—¿Lo habéis pasado bien? ¡Siete goles! ¡Qué barbaridad, Pablo! ¿Vas a bailar “Bulerías” de Bisbál? ¡Qué guay, Sandra!

—No juegues con el balón en casa. Venga, todo el mundo a la bañera.

—No. Hoy toca fruta para merendar. El sábado os tomáis el bollycao.

Paso la aspiradora, plancho estas camisetas y me pongo a escribir

¡Por fin! Una ducha caliente; no hay nada más confortable que mi pijamita.

A ver… Ya tengo la configuración, los espacios, el interlineado, el tipo de letra… “Érase una vez…” No, ya he dicho que eso está muy visto.

—Sí, Sandra. ¿Ocho por cinco? ¿Nueve por siete? Espera; voy a coserte éste botón. ¿Seis por cuatro?

“Hace muchos años, en un bosque encantado, vivía una niña que estaba siempre tranquila…”

—Está bien. Haré macarrones con tomate para cenar.

—Vale. Jugad un rato a la Play.

“…Una niña que estaba siempre tranquila y tenía mucho tiempo para hacer lo que a ella le gustaba…” No sé; me parece demasiado fantástico. Mejor escribo sobre duendes y brujas.

Voy a poner el agua a cocer.

—La cena está lista. Hay yogures de fresa y de plátano.

—El primer avión ya ha aterrizado en una cama, ahora el segundo. ¡Buenas noches Sandrita! ¡Buenas noches Pablito!

Cada día pesan más. Que gustazo oír sus carcajadas cuando les llevo volando a dormir.

Vamos a ver. ¿Y ahora qué escribo yo? Lo de “Érase una vez…” y “En un país muy lejano…” ya he dicho que no. Esta claro que tengo que leer más. Un relato histórico me gustaría mucho. Voy a ponerme a Joaquín Sabina. No, que no me entero de lo que pongo; mejor a R.E.M. que no les entiendo. ¡Que coraje tener tanto sueño!

Voy a echar las lentejas en remojo.